Planificación, monitoreo y cultivos de cobertura son las prácticas que recomiendan especialistas del INTA para su manejo. Ensayos realizados en San Luis demostraron que es posible disminuir significativamente las poblaciones de malezas.

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Hoy sabemos que el manejo de las malezas no se limita solo a la aplicación de herbicidas. Al contrario, su uso indiscriminado derivó en la aparición de resistencia a distintos ingredientes activos, como sucede con Amaranthus palmeri (conocida comúnmente como yuyo colorado). De hecho, por su rápido crecimiento, alto grado de competencia con cultivos de verano y capacidad de adaptación esta maleza ocupa uno de los primeros lugares en la lista de las de difícil control. Desde el INTA San Luis recomiendan el manejo integrado como herramienta para combatirla.

De acuerdo con Jorge Garay, quien trabaja en control de malezas en esa unidad del INTA, en la región, el modelo productivo incluye un alto porcentaje de establecimientos alquilados por campaña agrícola, con escaso o nulo planteo de rotaciones de cultivos. Esto deriva en la aparición de varias malezas adaptadas, con una muy fuerte dependencia al uso de herbicidas. “Este manejo derivó en la aparición de especies resistentes y tolerantes de difícil y elevado costo para su control”, indicó.

Ensayos realizados en el campo experimental del INTA San Luis demostraron que, con manejo integrado, es posible controlar y disminuir significativamente las poblaciones de malezas. “En parcelas sembradas con trigo contabilizamos tres plantas de yuyo colorado, mientras que en las de centeno solo una”, detalló Garay y aseguró: “Lo que consideramos un excelente control”.

En comparación, en el tratamiento testigo y sin cultivo invernal, se contaron en promedio 22 plantas de rama negra y de yuyo colorado por metro cuadrado. “Además de tener un beneficio en el control de malezas, los cultivos de cobertura contribuyen al cuidado del ambiente, ya que se disminuyen de manera importante la aplicación de herbicidas”, puntualizó Garay.

Amaranthus palmeri es una especie nativa de regiones desérticas del suroeste de los Estados Unidos y norte de México y que hoy es posible encontrar en gran parte de las zonas agrícolas de la Argentina. Su elevada tasa de crecimiento, que le permite alcanzar hasta dos metros de altura en un año, y la resistencia a productos como glifosato e inhibidores ALS (Acetolactato sintetasa) entre otros, complica y encarece su control.

Por esto, la implementación de un manejo integrado en el lote es fundamental a la hora de pensar estrategias para combatirla. “En este esquema, el control químico es una alternativa que se suma a la recomendación de mantener el suelo cubierto todo el año, la siembra de cultivos de invierno y las rotaciones de cultivos y de herbicidas con diferentes modos de acción”, señaló Garay y aclaró: “Son acciones que apuntan a reducir la emergencia y la capacidad competitiva del Yuyo colorado y, además, reduce el uso de herbicidas”.