El mundo en que vivimos lo estamos alquilando, como inquilinos debemos cuidarlo y pensar que nuestras acciones pueden perjudicar a las generaciones futuras, de allí surge el Principio de Equidad Intergeneracional, que nos enmarca como los responsables de la protección del ambiente, velando por el uso y el goce apropiado del mismo por parte de las generaciones presentes y futuras
Esto no implica un cambio drástico y demoledor, dado que racionalmente se debe contemplar la situación ambiental considerando al hombre y su desarrollo dentro de este, así surge el Principio de Progresividad, el cual menciona que los objetivos ambientales deberán ser logrados en forma gradual, a través de metas interinas y finales, las cuales deben estar proyectadas en un cronograma temporal que facilite la adecuación correspondiente a las actividades relacionadas con esos objetivos.
A modo de ejemplo, la destrucción o la marginalidad de la producción agrícola-ganadera, por ser uno de los tantos contaminantes conocidos (si bien no el principal) puede llevar al desmedro de la calidad de vida, la hambruna generalizada y la lucha por los recursos. Por eso el Principio de Sustentabilidad, se aplica al desarrollo económico y social, y el aprovechamiento de los recursos naturales que debe realizarse a través de una gestión apropiada del ambiente que no comprometa el legado a las generaciones venideras.
Caemos muchas veces en lugares comunes, señalando o asombrándonos con la contaminación en el mar, o en la producción, sin darnos cuenta que la quema de combustibles para movilizarnos también contamina. Siempre el culpable de todo, es el otro y generalmente señalamos al que tenemos más lejos.
Contamina quien arroja un paquete de cigarrillos vacío por la ventanilla del coche, quien tira excesos de detergentes cuando lava, quien quema basura o arroja botellas en los en cursos de agua, como el abandono plásticos y pilas utilizadas, etc. El Principio de Responsabilidad determina que el generador o el contaminante de efectos degradantes del ambiente, actuales o futuros, es el responsable de los costos de las medidas preventivas y correctivas para recomponerlo, sin perjuicio de la vigencia de los sistemas de responsabilidad ambiental que le correspondan.
Hasta aquí hemos determinado contaminadores, contaminados, además de algunas causas y consecuencias. Existen además principios que bien utilizados nos llevan a evitar el impacto adverso como el Principio de Precaución que es la aplicación reflexiva y consciente procurando evitar los riesgos serios irreversibles. Es en definitiva, un fundamento para anticipar, prevenir y mitigar amenazas al ambiente.
Y el Principio de Prevención expresa que las causas y el origen de los problemas ambientales se atenderán en forma prioritaria e integrada, tratando de prevenir los efectos negativos que sobre el ambiente que se pueden producir.
Si bien parece grandilocuencia todo lo expresado, llevado a la práctica en forma racional y continua, genera grandes beneficios, inclusive muchos de ellos pueden comenzar a evidenciarse en el corto plazo. Uno de esos logros, son las denominadas Buenas Prácticas Agrícolas.
Las Buenas Prácticas Agrícolas son un conjunto de principios, normas y recomendaciones técnicas aplicables a la producción, procesamiento y transporte de alimentos, orientadas a asegurar la protección de la higiene, la salud humana y el medio ambiente, mediante métodos ecológicamente seguros, higiénicamente aceptables y económicamente factibles. En otras palabras, podemos producir alimentos sin daños permanentes y/o irreparables para el ambiente.
La conservación del suelo, la reposición de nutrientes, el manejo racional del agua, la agricultura conservacionista y las producciones alternativas. Organismos genéticamente modificados que llevarían soluciones nutritivas a poblaciones con carencias, cultivos que resisten adversidades como enfermedades y sequías. Híbridos y variedades adaptables a cambios climáticos. La transformación de cosechas y restos vegetales en combustibles alternativos, finalmente el hombre colaborando con la Creación.
Si, colaborando con la creación, la utilización y/o fabricación de sustancias químicas, no sólo han fortalecido las producciones sino que además son herramientas que forman parte de las estrategias para el manejo de adversidades no exclusivamente en el área agropecuaria, también en la lucha de vectores como el mosquito del dengue, la vinchuca, por citar algunos. Sustancias químicas para tratar enfermedades conocidas como medicamentos, desde un simple dolor de cabeza a enfermedades terminales. Otras para conservar alimentos, saborizantes, edulcorantes, y cosméticos. Hoy la humanidad está en contacto con miles de sustancias químicas y en todas las actividades que desarrolla.
Esas sustancias químicas, se las explica como cualquier material con una composición química definida, sin importar su procedencia. Por tal motivo se dividen en sustancias naturales y sustancias de origen sintético (elaboradas por el hombre). A modo de ejemplo, una muestra de agua tiene las mismas propiedades y la misma proporción de hidrógeno y oxígeno sin importar si la muestra se aísla de un río o se crea en un laboratorio. Sustancias químicas que nos acompañan desde el desayuno, pasando por la actividad diaria hasta en nuestras horas de descanso.
Claro está, si bien nos acompañan o conviven con nosotros, cualquiera de estas sustancias tanto sean naturales o de síntesis, mal usadas pueden traernos graves problemas no sólo ambientales (volviendo sobre los principios generales) sino también en nuestra salud.
“En el mercado europeo se han detectado más de 100.000 sustancias químicas potencialmente tóxicas, con las que diariamente entramos en contacto. Muchos de estos elementos químicos, se encuentran en los bienes de consumo y en las herramientas de uso cotidiano, aparentemente inocuas, aparentemente esenciales como los alimentos, los muebles, los juguetes, los productos electrónicos, los cosméticos y otros”. Fuente: Eduardo “Escuadrón por la Verdad”. Conciencia y Realidad. Archivo del 19 de Agosto de 2009
Un exceso de azúcar, un exceso de sal, una inyección mal aplicada, la mezcla de medicamentos, estimulantes con alcohol, la deriva de una aplicación, el lavado y/o abandono de recipientes en las fuentes de agua, todas pueden causar graves inconvenientes. Un médico y químico suizo, conocido como Paracelso 1493-1541, cuyo nombre era Theophrastus Bombastus von Hohenheim, reconocido como el padre de la Toxicología, dejó un axioma que nos acompañará por siempre. Nada es veneno, todo es veneno: la diferencia está en la dosis. En otras palabras un exceso de sal (sustancia química natural) para un hipertenso puede significar su muerte, aunque consuma en pequeñas cantidades de sal que se encuentran, en forma indirecta, en sus alimentos.
Ese hipertenso está haciendo un mal uso de ese aditivo alimenticio que es la “sal”, dado que no debe consumirla por encima de cierta cantidad, su médico debió darle la prescripción adecuada para evitar daños a su salud. Haciendo una comparación con el manejo de sustancias químicas en la actividad agropecuaria (de síntesis y naturales), podríamos citar un exceso de la dosis de uso recomendada o una mala aplicación, trae también muchos inconvenientes.
De allí surgen las Buenas Prácticas de Aplicación que son un conjunto armónico de técnicas y prácticas aplicables a la distribución de fitosanitarios tendiente a lograr que el fitosanitario pueda expresar su máxima capacidad para la que fue concebido, disminuyendo al máximo cualquiera de las diferentes formas de deriva, evitando así daños emergentes a la salud y al ambiente.
Una aplicación de agroquímicos, sin considerar las propiedades físicas y químicas de la sustancia a utilizar, la calidad del agua para el caldo, las condiciones climáticas como humedad, temperatura y velocidad del viento, tanto sea en forma aérea como terrestre, conlleva a un mal resultado, un problema para la salud y un daño para el ambiente, sumado a la idoneidad de los actores.
La responsabilidad es compartida, no solamente por el aplicador, el dueño del campo, el director o asesor técnico, la industria, sino también por las autoridades locales y nacionales en su actividad de reglamentar y controlar. Todos en su conjunto no tienen solo el compromiso sino el deber, no sólo por ellos mismos, si no también por las generaciones futuras.
Actualmente en la época de los banderilleros satelitales, el gran flujo de información, las comunicaciones, nadie puede desentenderse de los conocimientos básicos para realizar un trabajo responsable. Sumado a la necesidad de alimentos a nivel mundial y las normativas de mercados más exigentes, es impensable la producción sin una de sus herramientas fundamentales, los productos químicos.
Hoy más que nunca, todos debemos comprometernos a producir sin contaminar, a cumplimentar los pasos de las buenas prácticas como solución lógica y racional para un mundo mejor.
Hoy más que nunca nadie puede desconocer la necesidad de la producción bajo La Mejora Continua como base las Buenas Prácticas Agrícolas y los principios consagrados de la Ley General de Ambiente.
Autor: Ing. Agr. Augusto Piazza M.B.A.
Profesor: Sanidad y Calidad Vegetal, y Toxicología Alimentaria
Miembro del Tribunal de Honor de la Asociación Toxicológica Argentina
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