Para mitigar el impacto de las altas temperaturas, el INTA destaca la importancia de adoptar buenas prácticas de manejo que aseguren el confort y la productividad del rodeo lechero.
El rodeo lechero está expuesto, durante gran parte del año, a condiciones de elevadas temperaturas y humedad relativa que reducen su confort y productividad, al tiempo que generan pérdidas de hasta $ 500 millones al año.
Así lo indicó Miguel Taverna –referente en lechería del INTA Rafaela, Santa Fe–, para quien es “fundamental” que los tambos adopten buenas prácticas de manejo e inviertan en infraestructura apropiada para mitigar el impacto del estrés calórico, asegurar el bienestar animal y la consecuente eficiencia productiva.
“La producción de leche puede reducirse entre un 10 y un 25% y hasta un 40%, en circunstancias extremas de estrés térmico. Además, disminuye la concentración de proteína y materia grasa de la leche”, aseguró el técnico.
Si bien los gastos pueden recuperarse, las consecuencias de una mala decisión no tienen precio si se consideran las pérdidas estimadas entre 5 y 6 millones de pesos por día durante el período estival, a raíz del estrés calórico.
Entre otros efectos del estrés calórico, Taverna mencionó la disminución de la tasa de concepción, el aumento de peligro de muerte de embriones, disminución del peso al nacer y viabilidad de los terneros. Asimismo, disminuye la rumia, la digestión y absorción de nutrientes y el consumo de materia seca cae hasta un 20%.
Durante las últimas semanas, esa unidad del INTA implementó una campaña junto con el Instituto de Clima y Agua con información sobre los índices de temperatura, humedad, recomendaciones y estrategias de manejo.
El buen manejo, hace la diferencia
Para atenuar el impacto, Jorge Ghiano, técnico del INTA Rafaela, recomendó implementar estructuras que generen sombra y un ambiente más confortable para el ganado. “Bien diseñadas y con los materiales apropiados –malla plástica, flecos y esterillas, paja, caña o chapa– reducen entre un 40 y un 50% la incidencia de la radiación solar directa y calor sobre los animales”, indicó.
En cuanto a los aspectos constructivos comunes, destacó que debe estar dispuesta de Norte a Sur, con un dimensionamiento de 3,5 metros cuadrados por animal como mínimo, una pendiente de techo de 14 a 16% y de entre 3 a 4 metros de alto. Estas características, señaló Ghiano, permiten la circulación de aire y un corrimiento de la sombra a lo largo del día.
Otra técnica a tener en cuenta en los tambos es la ventilación y mojado de los animales, mediante el cual se combinan períodos cortos de mojado intensivo con momentos prolongados de ventilación, lo que permite un adecuado enfriamiento del animal.
El acceso al agua es un punto clave entre las pautas de buen manejo. Durante el verano, una vaca lechera de alta producción puede ingerir hasta 140 litros por día. “De allí que sea imprescindible proporcionarles agua de calidad en cantidades suficientes y en lugares estratégicos, que permitan un fácil, rápido y cómodo acceso a los animales”, señaló.
Por otro lado, el manejo nutricional es otro de los factores fundamentales y entre las estrategias de alimentación se destacan los pastoreos nocturnos y de madrugada, como así también el suministro de dietas frías, equilibradas y de mayor contenido energético que permite que el calor interno producido por el animal no sea excesivo.
Las vacas también se estresan
Como todo animal homeotermo, la vaca conserva su temperatura corporal dentro de un rango muy acotado, independientemente del calor que ella misma genere y de las condiciones ambientales.
Las vacas lecheras prefieren temperaturas ambiente de entre 5 y 23 °C. Por lo tanto, cuando se superan los 24 °C, las vacas no pueden enfriarse adecuadamente y entran en estrés calórico.
Cuando esto sucede, el animal trata de disipar el calor mediante la evaporación de agua a nivel del tracto respiratorio. Si esto no es suficiente, minimiza sus desplazamientos hasta disminuir la ingestión de alimentos.
Como los mecanismos de regulación de temperatura se adquieren con la edad, los terneros y animales jóvenes son mucho más sensibles que los adultos. Lo mismo ocurre con los animales productores de leche, debido al mayor calor metabólico generado durante la lactancia.
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