La 16ª Jornada del Club de Buenas Prácticas Tamberas convocó a los especialistas Miguel Taverna, Rubén Tosolini y Eloy Salado, todos del Inta Rafaela, a actualizar conocimientos y manejo del estrés promovido por las altas temperaturas en la producción lechera.

Año tras año se registran temperaturas más altas durante muchos más días en nuestra región. El médico veterinario Miguel Taverna contextualiza esta desafiante situación a partir del índice de temperatura y humedad (ITH), un registro que emplea la temperatura (T°) y la humedad relativa (HR) como parámetros para estimar el nivel de estrés calórico (EC). En las estadísticas se observa que entre 120/150 días por año se registra un ITH mayor a 68, a partir de lo cual el riesgo de estrés calórico se presenta como una amenaza que es necesario manejar.

El otro unto determinante es respecto al impacto fisiológico del estrés calórico, sobre la producción, conversión, caída de fecundidad y fertilidad y el impacto sobre el sistema inmune, debilitado por el estrés calórico.

Por ello hay dos estrategias para enfrentar este problema: Que el animal reciba la menor cantidad de calor, y que disipe de mejor modo la radiación térmica

“No por poner unos metros2 de media sombra resolveremos el problema del estrés calórico”, sentenció Taverna.

El agua, clave en el combate al estrés térmico.

El animal tiene un impacto muy fuerte cuando le falta agua, mucho más importante que la falta de comida.

La alimentación, en base a una dieta fría.

El ingeniero zootecnicista Eloy Salado se refirió al diseño de una alimentación que sea nutritiva y se asocie a la disipación de calor en la vacas de alta producción lechera. “La vaca tiene un respuesta ante el estrés calórico que se reconoce como eutermia, que si le exige en demasía tendrá un impacto alto en la producción de leche”, adelanta Salado, y precisa que “debido al calor, la disminución de la producción puede llegar al 40 %”, y se produce cuando el animal no alcanza a disipar el calor necesario para mantener una temperatura corporal por debajo de 38,5 °C”.
Parte del calor es de origen endógeno, generado durante los procesos de fermentación ruminal y metabolismo de los nutrientes absorbidos, y esto es más sensible en las vacas más productivas son más susceptibles por su mayor consumo de alimento y su elevada intensidad metabólica. “En épocas de ITC alto la vaca disminuye la rumia y se hacen más posibles lo problemas de acidosis, incrementado además porque la vaca selecciona los granos en el TMR (Ración Totalmente Mezclada) para atenuar el esfuerzo de procesar otros alimentos.

Esto lleva a que la vaca vaya a un balance energético negativo. En este trabajo de Soler (2009) puede observarse (unos 400 euros por vaca/año) el impacto del estrés en la productividad de las vacas lecheras.

En épocas de calor intenso se reduce el consumo de materia seca y eso justifica una parte de la caída de la productividad pues la otra parte importante en esta reducción se debe a los cambios metabólicos postabsortivos inducidos por el calor. El más importante de ellos hace que utiliza una buena parte de la glucosa para estabilizar la temperatura y retacea esa glucosa en la producción de leche.

Las dietas frías.

Así se denominan a los diseños de alimentación que proporcionan una buena cantidad de nutrientes para la síntesis de leche y disminuye en incremento de calor generado durante la fermentación y el metabolismo.
Esta dieta tiene una mayor densidad energética, fibra de mayor calidad, más digestible y de mayor eficiencia, mayor contenido de nutrientes by pass, con menor degradabilidad de las proteínas y mayor presencia de sodio y potasio.

La fibra digestible, de buena calidad, baja en lignina tiene efectos. Salado hizo referencia a los sorgos de nervadura marrón (BMR), dotados de estas virtudes. La fibra efectiva presente en la dieta va a ayudar a que este proceso alimentario sea más virtuoso. Salado comparte un trabajo realizado junto al médico veterinario Pablo Ropkoft respecto al tamaño de las partículas en la alimentación:

“Las partículas más pequeñas pasan al tracto pos ruminal sin ser digeridas mientras que las que tienen casi 2 cms son las que quedan flotando en el líquido ruminal favorecen o estimulan la rumia”, señala Salado.

Una estrategia para elevar la concentración energética si promover amenaza de acidosis. Una opción que destaca el especialista del Inta Rafaela es la incorporación de grasas en la ración, teniendo en cuenta el alto nivel de energía (tres veces más que el maíz) y menor calor generado en la digestión y el metabolismo del individuo. Pueden ser con grasas sin proteger pero no debe pasar el 7% en base seca de la dieta. Los mejores resultados se dieron con grasas protegidas, que el experto compartió con los asistentes un trabajo del año 2024:

Uno de los elementos más difundidos en estos últimos tiempos son las semillas de algodón, puede incorporarse en un 15/20% de la MS y cuidar de no pasar 4kgs vaca/día. Tengamos en cuenta que el elemento central en este objetivo es la utilización de forraje de alta calidad.

Otro elemento al que el investigador del Inta situó como importante es la reposición de electrolitos devenidos del requerimiento de sodio (vía orina) y potasio 8ª través del sudor) en días de estrés térmico, con el consiguiente desbalance electrolítico. Salado recomendó inclusión de sodio de no más de 0,8% y de 1,8 de potasio. No se recomienda utilizar cloruros de sodio pues son acidogénicas y agravan la situación, y por lo tanto recomendó la utilización de bicarbonato o carbonato de socio y potasio puesto que estimulan la salivación y aumentan la capacidad buffer del rumen.

Por último, Salado se refirió a otras estrategias nutricionales con el objetivo de atenuar el estrés térmico a través de mejoras en el proceso ruminal a través de levaduras vivas y aceites esenciales.

También a partir de aportes microminerales y antioxidantes naturales (Cobre, selenio, zinc, manganeso o hierro), destinados a disminuir el estrés oxidativo.

Al cierre dejó como propuesta de mejora de la salud hepática la utilización de secuestrantes de microtoxinas, colinas y niacinas.

Este fue el último encuentro de capacitación que lleva adelante el Club de Buenas Prácticas Lecheras junto a Funpel (Fundación para la Promoción y el desarrollo de la cadena láctea argentina) y el Inta Lechero.