Un equipo de investigación -integrado por especialistas del INTA, del Conicet y del Instituto de la Tierra, de Estados Unidos- determinó que los cultivos perennes, como el girasol, no solo protegen el suelo de la erosión, sino que además demanda menores costos y proporciona un importante aporte energético para los animales.

Al Silphium integrifolium, cultivo perenne de la familia del girasol (Asteraceae) y originario de las Grandes Llanuras y otras zonas de América del Norte, le gusta el calor y, las temperaturas por encima de los 18 grados, permiten que tenga una tasa de crecimiento y de desarrollo óptima. Por esto, un equipo de investigación –integrado por especialistas del INTA, del Conicet y del Instituto de la Tierra, de Estados Unidos– estudia su potencial como alternativa forrajera en el valle central de Catamarca.

En general, en Catamarca los productores disponen de pequeñas superficies que destinan al cultivo de especies forrajeras anuales o perennes. Sin embargo, estas pasturas, más que integrar un sistema de pastoreo, constituyen un apoyo nutricional y son destinadas prioritariamente a vacas flacas en mala condiciones, destete o recría de terneras y a los caballos.

“Los antecedentes de la calidad forrajera del girasol perenne conservado como silo, (conservación por fermentación anaeróbica) son realmente buenas”, destacó Maximiliano Zamboni –investigador del INTA Catamarca– quien agregó: “Esto significa que al suministrárselo a los animales genera una buena respuesta. De hecho, su valor nutritivo global es 2.5 veces mayor al del cultivo de alfalfa, en plena floración y con la misma técnica de conservación”.

Los cultivos perennes como el girasol son robustos y, además de proteger el suelo de la erosión y mejorar su estructura, son una buena fuente de nutrientes. El estudio de nuevos cultivos es muy importante para saber si la planta sobrevive al ambiente local, si es capaz de desarrollarse y crecer.

“La capacidad de adaptación y la rusticidad que lo caracterizan superó las primeras etapas y pudimos avanzar en nuevos ensayos”, señaló Zamboni quien explicó: “Sumamos entonces, un ensayo con dos tratamientos de riego y evaluamos la respuesta productiva y de calidad del forraje. Además, la tolerancia al estrés hídrico, sin atentar con la producción, es un parámetro que nos interesa conocer por la importancia que esto tiene en un contexto árido y semiárido de producción”.

“Dada las características proteicas de este cultivo, en comparación con la alfalfa, se presentaría como una alternativa que demandaría menores costos y proporcionaría un mayor aporte energético para los animales. A partir de determinados datos se presenta como un potencial alimento de mayor consumo”, finalizó Zamboni.