Los precios de la hacienda, medidos en dólares, se encuentran en niveles históricamente altos. Sin embargo, internamente, los valores comienzan a quedar retrasados respecto de una inflación en pesos que, aunque contenida, sigue siendo elevada.
Si se analizan una serie de precios de los últimos 20 años, tomando como referencia el Índice General de precios de la hacienda que elabora el MAG (antiguamente Mercado de Liniers) los valores de referencia para la hacienda con destino faena -expresado en dólares oficiales- se ubican holgadamente por arriba del promedio de la serie.
Si bien en dólares los valores también vienen cayendo respecto de los máximos alcanzados en diciembre del año pasado, actualmente la referencia se ubica en torno a USD 1,70 como promedio ponderado de las distintas categorías, lo que equivale a más de un 30% por sobre el promedio de los últimos 20 años.
Analizado desde los fundamentos del mercado ganadero propiamente dicho, esta ‘foto’ se condice claramente con un escenario de escasez estructural de hacienda que viene arrastrando el mercado desde aquel proceso de liquidación histórico que se dio entre los años 2008 y 2010, donde se perdieron casi 10 millones de cabezas del stock nacional, de las cuales apenas se ha logrado recuperar la mitad.
También se mezclan aspectos de política económica, puesto que, históricamente los sucesivos gobiernos en Argentina han utilizado el tipo de cambio como una especie de ancla inflacionaria, a través de la cual han intentado controlar con mayor o menor grado de éxito el traslado de los movimientos del dólar a precios.
Es así como las diferentes políticas cambiarias implementadas hasta el momento fueron derivando en excesivos controles y restricciones para operar libremente con esta moneda que llevaron a un fuerte retraso cambiario sumamente perjudicial para cualquier industria exportadora, entre ellas, la industria frigorífica.
Este desacople entre el tipo de cambio oficial controlado y el libre -este último es en definitiva el que ha estado tomando la economía real para ajustar precios- ha generado en el último período una fuerte inflación en dólares que generó una suba de costos muy adversa para la producción.
En 2020 el tipo de cambio oficial prácticamente se movió a la par de la inflación, cerrando con tasas por debajo del 40% anual. En 2021, ya se empezó a observar un retraso importante; la inflación de ese año resultó en 51% interanual mientras que la moneda se devaluó en un 23%. Es que se registró una inflación en dólares del 27%. En 2022, este comportamiento se repitió cerrando el período con una inflación en pesos del 95% y una devaluación del 70%.
El año pasado, en 2023, la corrección oficializada por el gobierno entrante en diciembre logró revertir esta tendencia, cerrando el año con una devaluación del tipo de cambio del 271% anual frente a una inflación en pesos trepando a niveles récord de 212% anual.
Sin embargo, en lo que va del año, esta política de devaluación programada que se sigue sosteniendo vuelve a generar un importante retraso con relación a una inflación que, aun con signos de incipiente moderación, sigue siendo muy elevada. La estimación de inflación para el primer trimestre ronda los 50 puntos porcentuales contra un tipo de cambio oficial que, de diciembre a la fecha, solo ha avanzado en 4,5%. Incluso, tomando el llamado ‘dólar exportador’ el cual pondera en un 20% la cotización libre (CCL), su performance solo se ve mejorada hasta un 6%.
Este desacople hace que la industria exportadora siga perdiendo competitividad frente al resto de los mercados, limitando su capacidad de compra en el mercado local, lo que en definitiva termina redundando en menores precios recibidos por el productor en un contexto en el que el resto de los insumos productivos continúa corriendo a la par de la inflación.
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