En el marco de un convenio de asistencia técnica con la empresa Frutos del Sol SA, investigadores del INTA lograron la primera polinización artificial para la obtención del portainjerto híbrido UCB-1 en el país, el más utilizado en la región. Además, realizaron estudios que permitieron poner a punto una técnica de biología molecular para verificar la identidad genética de este portainjerto.
En la Argentina se empezó a oír hablar del pistacho a partir de 1980 cuando en San Juan se germinaron de manera experimental semillas traídas de Irán, el principal país productor junto con los Estados Unidos. Según el último relevamiento nacional de frutos secos 2016/2017, el cultivo del pistacho en la provincia de San Juan tiene una superficie de 776 hectáreas, le sigue La Rioja con 200 hectáreas y luego Mendoza con 32 hectáreas; en las tres provincias se observa un crecimiento sostenido en la inversión.
Como en todo frutal de fines productivos, el uso de portainjertos garantiza plantas adaptadas y resistentes. El portainjerto más usado y difundido actualmente en la región es el híbrido interespecífico UCB-1, generado a partir del cruzamiento entre una planta masculina Pistacia integerrima y una femenina P. atlántica. Fue desarrollado por la Universidad de California y reúne varias características de interés: tolera el frío, es resistente a varios hongos de suelo y a suelo salino.
Mediante un convenio de asistencia técnica entre el INTA La Consulta –Mendoza– y la empresa sanjuanina Frutos del Sol SA, investigadores del instituto lograron la primera polinización artificial para la obtención del portainjerto híbrido UCB-1 en el país, el más utilizado en la región. Además, realizaron estudios que permitieron poner a punto una técnica de biología molecular para verificar la identidad genética de este portainjerto.
“Más allá de corroborar si contaba realmente con el material genético adecuado para generar plantas del híbrido interespecífico UCB-1, a la empresa asistida por el INTA le interesaba lograr una metodología eficaz de cruzamiento controlado para la obtención de semillas híbridas del portainjerto”, explicó Christian Tarnowski, investigador del INTA La Consulta y responsable técnico del convenio.
En esta línea, Tarnowski destacó que “es la primera vez en el país que se estudiaron métodos de polinización artificial en un portainjerto de este cultivo y con un valor tecnológico agregado, debido a los estudios moleculares que garantizan su identidad genética”. “De este modo, la producción local de estas semillas evitará su compra en el exterior, lo cual podría incrementar la competitividad del cultivo del pistacho en la Argentina”, añadió.
Además, en 2017, el cultivar fue inscripto en el Instituto Nacional de Semillas. El registro brinda la posibilidad de producir las semillas localmente sin el pago de royalties.
A partir de este convenio, Tarnowski aseguró que “las plantas UCB-1 producidas por la empresa Frutos del Sol SA tendrán garantía de calidad”. En este contexto, el INTA La Consulta brindará capacitaciones al personal de la empresa para el correcto uso del protocolo de polinización establecido, y en el laboratorio se realizarán los correspondientes análisis de pureza genética para respaldar la identificación del material obtenido.
Cruzamiento controlado
Luego de dos temporadas consecutivas de ensayos (2018 y 2019), se pudo desarrollar un protocolo de cruzamiento controlado eficaz para obtener semillas.
Con tal fin, se recolectó polen de árboles masculinos o estaminados (P. integérrima) en dos fincas, una ubicada en el departamento de 25 de Mayo y otra en el de San Martín, que fue llevado inmediatamente hasta el Laboratorio de Fisiología Vegetal del INTA San Juan INTA para su pesaje y conservación en heladera y freezer. Este laboratorio y el de Semillas del INTA La Consulta se encargaron de determinar el porcentaje de viabilidad del polen, para lo cual se realizaron pruebas de germinación in vitro a un día de ser colectado, a una semana y a cinco meses de su recolección.
Para la etapa de polinización artificial, se practicaron ocho tratamientos distintos puesto que el polen fue mezclado con talco inerte, por un lado, y con harina de trigo, por otro lado, en cuatro proporciones diferentes. Con cada una de estas variantes, se polinizaron manualmente las flores femeninas de las plantas de P. atlántica.
Luego de seis meses de la polinización, se realizó la colecta de las semillas de todos los tratamientos realizados. Las frutas fueron llevadas al laboratorio del INTA La Consulta para su procesamiento y posteriores estudios. Para determinar el mejor tratamiento de polinización se midieron los siguientes parámetros: número de frutos (en función de clústeres y ramilletes), peso de frutos, peso y cantidad de semillas vacías y porcentaje de germinación.
De acuerdo con Tarnowski, el tratamiento de polinización artificial que generó la mayor cantidad y calidad de semillas del híbrido fue la mezcla de polen con talco inerte al 4 %. Esto significa una proporción recomendada de 1 gramo de polen en 24 gramos de talco.
Por su parte, en laboratorio, el medio de cultivo con 15 % de sacarosa fue el más indicado para estudiar la viabilidad del polen. “Es posible mantener el polen vivo en heladera por una semana sin perder mucha viabilidad, pero no por muchos meses en ninguna de las dos condiciones evaluadas (heladera a 5 °C y freezer a -18 °C)”, indicó Tarnowski.
La cantidad de polen colectado en dos años consecutivos no fue la misma. En 2019, se logró casi la mitad que el año anterior porque hubo menos floración en los árboles masculinos.
Análisis de identidad genética
En condiciones a campo, la verificación de la identidad genética del portainjerto demora hasta cinco años, tiempo que tarda la planta en entrar en plena producción.
Gracias al estudio realizado, se logró poner a punto la técnica de biología molecular de dos marcadores microsatélites altamente informativos. “Mediante estos marcadores se pudo realizar una identificación genética segura e inequívoca del portainjerto híbrido UCB-1”, puntualizó Tarnowski.
Esta tarea se realizó en el INTA La Consulta y se usó la técnica de biología molecular conocida como marcadores microsatélites. “Estos marcadores identifican regiones únicas en el ADN del pistacho que están presentes en la madre (Pistacia atlantica) y en el padre (Pistacia integerrima)”; debido a que estos fragmentos de ADN se heredan a la descendencia, se puede precisar con un 100 % de seguridad si una determinada planta es o no el portainjerto híbrido UCB-1”, detalló el investigador.
Para realizar estas pruebas, se extrajeron muestras de cada tratamiento de polinización con el objetivo de observar el perfil genético correspondiente al UCB-1 y establecer comparaciones con el ADN del UCB-1 americano.
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