Especialistas del INTA buscan desarrollar cultivares capaces de sostener el alto contenido de proteína, a medida que aumenta el rendimiento por hectárea. Además, trabajan para lograr una mayor resistencia a enfermedades y plagas.
Con más de 18 millones de hectáreas sembradas, la soja se posiciona como uno de los cultivos más importantes en la generación de divisas para el país. Sin embargo, los expertos aseguran que, desde hace una década, el aumento sostenido del rendimiento por hectárea va en detrimento del contenido de proteína en grano que, en la mayoría de los casos, se ubica por debajo del 40 %.
Esta situación dificulta el cumplimiento de ciertas exigencias del comercio internacional. Para evitarlo, el INTA promueve una agenda de investigación, en la que los especialistas buscan desarrollar cultivares que tengan buenos rindes y conserven la calidad.
“Desde el programa de mejoramiento genético en soja planteamos la necesidad de desarrollar cultivares rendidores y con alto contenido de proteína en grano, que mejoren la calidad”, aseguró Ignacio Vicentin –especialista del grupo de Genética, Mejoramiento y Biotecnología Vegetal del INTA Paraná, Entre Ríos–, quien no dudó en asegurar que esto permitirá “mejorar la competitividad de la Argentina en el mercado mundial”.
Asimismo, destacó la importancia de desarrollar cultivares con resistencia genética a enfermedades y plagas: “Esto radica tanto en los beneficios económicos para el productor como para el ambiente, ya que se reducen las aplicaciones de productos fitosanitarios en soja”.
“El mejoramiento genético es un proceso continuo que necesita muchos años para poder ver sus resultados”, señaló Vicentin. “Es una de las inversiones en investigación más rentable a largo plazo para el país”, agregó.
Para Vicentin, al mejorar la genética de los cultivos se reduce el costo por tonelada producida y se logra la resistencia a plagas y enfermedades, al tiempo que se aumentan los rendimientos y la calidad de los granos. “Todo este desarrollo repercute en un aumento de competitividad”, subrayó.
Asimismo, el especialista consideró que la soja es “un grano estratégico en el comercio internacional”, por lo que destacó la importancia de asegurar su calidad. “En el proceso de industrialización de la soja, se extrae aceite y harina con múltiples usos en la alimentación humana y animal por su alto contenido en proteínas y su perfil de aminoácidos”, explicó.
Además de la calidad y del rendimiento, Vicentin aseguró la necesidad de aumentar la resistencia de la soja a plagas y enfermedades, como sucede en el caso de las chinches. “Identificamos nuevas sojas que producen una alta mortalidad de ninfas de chinches al alimentarse de vainas verdes”, indicó Vicentin, quien detalló que esta resistencia natural de las plantas se está incorporando al programa de cruzamientos del INTA.
Tres experimentales, numerosos cultivares
Entre los cultivares desarrollados por el INTA Paraná, se encuentran las sojas convencionales y las transgénicas con modificaciones genéticas (OGM) que las vuelven tolerantes a glifosato.
INTA Paraná 661 (del Grupo de Madurez o GM 3.8) e INTA Paraná 629 (GM 5.5) se ubican entre los cultivares tradiciones; ambos no son OGM con bajo contenido de inhibidores de tripsina en grano. Entre las transgénicas, están INTA Paraná 6200 (GM 6.2) con vainas de cuatro granos e INTA Paraná 5500 (GM 5.5).
A su vez, un nuevo cultivar INTA Paraná 6.0 (GM 6) se encuentra en proceso de multiplicación, con muy buen rendimiento (40 quintales por hectárea) y estabilidad. Posee resistencia a roya asiática de la soja, cancro del tallo, mancha ojo de rana (MOR) y a cuatro razas del hongo Phytophthora sojae, con un promedio de 40 % de proteína y 23 % de aceite en grano.
Por su parte, el INTA Marcos Juárez en Córdoba desarrolló dos cultivares: Alim 5.09 y INTA MJ42 STS. El primero es no OGM (GM 5), indeterminado, de hilo amarillo y grano grande (230 gramos las 1000 semillas), resistente a cancro y a MOR, con un rendimiento potencial de 40 quintales por hectárea y un porcentaje de proteína de entre 41 y 44, excelente para alimentación humana. El otro es transgénico con tolerancia a glifosato y a sulfonilúreas.
En Buenos Aires, el INTA Bordenave desarrolló la variedad Rosana INTA del GM 3.9, transgénica con tolerancia a glifosato y sulfonilúreas, con un 43 % de proteína y 20 % de aceite en grano y resistencia a tres razas de Phytophthora sojae.
“En las tres experimentales del INTA, se desarrollaron numerosas líneas experimentales que poseen alto contenido de proteína en grano y resistencia a enfermedades”, valoró Vicentin. De igual modo, destacó que se encuentran en proceso de evaluación en ensayos de rendimiento por varios años y en diferentes localidades para, luego, identificar las mejores para su selección, licenciamiento y comercialización.
Respecto de la comercialización, Vicentin explicó que el INTA tiene acuerdos con distintas empresas de semillas que se encargan de multiplicarlas y comercializarlas. Un ejemplo es el caso de Semillas ACA, que tiene la licencia del cultivar INTA MJ 42 STS y evalúa nuevas líneas de soja del INTA en todo el país.
El cultivar INTA Paraná 629 es multiplicado por la Asociación Cooperadora de INTA Paraná para su futura comercialización.
A su vez, el INTA firmó un convenio con la empresa MBS Agroindustrias para desarrollar, multiplicar y comercializar sojas no OGM de alta proteína como Alim 5.09. También evalúan los cultivares INTA Paraná 661 e INTA Paraná 629 junto con nuevas líneas con alta proteína en grano. “Su principal interés es hacer concentrados y aislados proteicos para formular alimentos balanceados para peces y comercializar granos y semillas”, especificó el investigador.
Asimismo, se renovó un convenio con la empresa Sensako de Sudáfrica que actualmente evalúa cultivares del INTA, líneas transgénicas y no OGM en ese país y en países limítrofes del continente africano.
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