Beneficiado por el aumento del consumo de carne y la apertura de nuevos mercados, el negocio porcino demanda mayor tecnificación. Los desafíos de la actividad serán analizados en Fericerdo, el 24 y 25 de agosto en el INTA Marcos Juárez, Córdoba.

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El 60 % de la faena nacional de cerdo es generado por grandes productores que poseen el 40 % de las madres, mientras que el 40 % restante proviene de establecimientos de pequeña y mediana escala que reúnen el 60 % del capital reproductivo y, a su vez, representan el 95 % del sector. Debido a su impacto global, técnicos del INTA recomiendan esquemas integrados de agricultura y ganadería porcina para incrementar la eficiencia y sostener los resultados del negocio económico. Los avances en tecnologías y manejo productivo serán presentados en la muestra Fericerdo, que se realizará el 24 y 25 de agosto en el INTA Marcos Juárez, Córdoba.

“Ser más eficientes significa producir más capones por madre por año y, por lo tanto, más kilogramos de carne por madre por año, sumado a la reducción del índice de conversión global que es la relación entre la cantidad de alimento consumida en el criadero y la cantidad de carne producida”, definió Mariano Lattanzi, especialista del INTA Marcos Juárez.

Para Lattanzi, más allá del sistema tecnológico que se utilice para hacer un uso eficiente de los factores productivos, “es necesario que los productores hagan un cambio cultural y comiencen a dirigir el funcionamiento de los criaderos con una mirada empresarial”. Esta tarea requiere el análisis continúo de datos que ayuden a orientar el negocio, así como la gestión estratégica de los recursos humanos.

Entre las posibles estrategias de intensificación, la Unidad Demostrativa Agrícola Porcina (UDAP) del INTA Marcos Juárez propone un modelo tecnológico de confinamiento adaptado a pequeños y medianos establecimientos que puede instalarse con baja inversión inicial. “Escalas mayores pueden lograrse con más inversión, a partir de la adición de módulos de confinamiento tradicional o de otras alternativas como el asociativismo”, amplió Lattanzi.

El planteo desarrollado, cuya instalación cuesta una tercera parte respecto de uno mediana o altamente tecnificado, supera la productividad obtenida en los sistemas tradicionales a campo. En esa línea, mejora la competitividad en tres aspectos: expande la superficie agrícola, aumenta cantidad de kilos de carne por madre y reduce costos por el ajuste de la conversión de grano en carne.

agricultura y ganadería

Expansión agrícola

Con una superficie total de 80 hectáreas, la UDAP destina 78 a la producción de soja, maíz y trigo. “La agricultura alterna maíz con soja y trigo con soja para equilibrar el consumo de nitrógeno del suelo y facilitar el control de malezas”, remarcó Germán Cottura, especialista del INTA Marcos Juárez. Al mismo tiempo, las rotaciones “incrementan el uso de la tierra, reducen el riesgo de adversidades climáticas y aumentan la diversificación económica del establecimiento”, puntualizó.

En un sistema de alta eficiencia y baja inversión –como la UDAP–, son necesarias dos hectáreas para mantener un plantel de 50 madres y, por lo tanto, habilita mayores posibilidades agrícolas. Es decir, “la ganadería prácticamente no ocupa superficie”, señaló Cottura.

Asimismo, la integración de agricultura y ganadería supone un circuito virtuoso que apunta a satisfacer la alimentación de los cerdos. “Se estiman entre 240 toneladas de maíz y 92 de soja para cubrir las necesidades de la actividad ganadera, lo que se traduce en alrededor de 24 hectáreas de maíz –a un promedio de 10.000 kilos por hectárea– y 26 de soja –a un promedio de 3.500 kilos por hectárea–”, indicó Cottura.

Más kilos de carne

De acuerdo con Cottura, el esquema propuesto por la UDAP “tiene potencial para lograr productividades similares a las registradas en establecimientos confinados de mediana a alta tecnología” con una cifra anual que asciende a los entre 2.200 y 2.400 kilos de carne por madre. Por el contrario, “en sistemas extensivos carentes de gestión, la productividad por año ronda los 1.000 kilos por madre”, comparó.

En esta línea, el técnico explicó que “las tecnologías aplicadas apuntan a controlar el ambiente y, junto con el manejo de servicio, gestación y maternidad, permiten expresar la máxima potencialidad reproductiva”. Esto se refleja en índices como porcentaje de preñez, celo, cantidad de nacidos vivos y destetados, entre otros.

Granos en carne

Según los especialistas, la alimentación representa cerca del 70 % del costo de producción y, por esta razón, cualquier mejora tiene un gran impacto en la rentabilidad.

Por un lado, es posible optimizar el índice de conversión individual, es decir, la relación entre kilos de alimento consumidos por animal de engorde y su peso de venta. Y, por otro lado, los índices reproductivos. “Cuando ambos mejoran, el resultado es un bajo índice de conversión global y una alta producción anual de kilos de carne por madre, los indicadores más importantes de eficiencia”, destacó Raúl Franco, también especialista del Grupo Porcino del INTA Marcos Juárez.

En esta línea, tecnologías como el túnel de viento con cama profunda –presentes en la UDAP– mejoran el bienestar animal. “Esto hace que los cerdos no reduzcan el consumo en períodos de calor, mantengan el nivel de aumento diario de peso vivo y, en condiciones de frío, eviten destinar la energía del alimento para mantener la temperatura corporal, sino que la transforman en carne”, observó Franco.

De igual modo, la distribución automática de raciones y el uso de comederos con bajo porcentaje de pérdidas “hacen más eficiente la mano de obra y aseguran que la mayor parte del suministro alimenticio se convierta en carne”, apuntó.

En la UDAP, el índice de conversión global es de 3,2, mientras que, en planteos al aire libre, se ubica entre 3,8 y 4. Por su parte, en sistemas confinados de media a alta tecnología con buen manejo, puede descender hasta 2,8.

Integración

Para Lattanzi, “la combinación de agricultura y ganadería porcina maximiza la rentabilidad y, al funcionar de manera complementaria, disminuyen el riesgo con una consiguiente mejora de la sustentabilidad económica”.

“En ambas actividades, el nivel de ganancia debería ser similar siempre y cuando sean eficientes; no obstante, la integración puede otorgar ventajas en algunas regiones del país, sobre todo en aquellas donde los gastos de comercialización de los granos son mayores”, subrayó el especialista.

Además, estos sistemas intensivos y diversificados refuerzan la sustentabilidad, debido a que facilitan la disposición final de desechos ganaderos. “Desde el punto de vista social, favorecen el desarrollo del territorio mediante arraigo rural, generación de empleos directos e indirectos y agregado de valor en origen”, detalló Lattanzi.

Mapa sectorial

“En la Argentina, la producción porcina todavía es una actividad con muchos actores, donde pequeños y medianos productores tienen un rol importante”, observó Marcos Diankoff, presidente de la Asociación de Productores de Porcinos de la Provincia de Santa Fe (Aprosafe), asociación sin fines de lucro creada en 2015.

En esta línea, destacó que existen buenas oportunidades para el negocio porcino. “El mercado se amplía cada vez más y el consumo per cápita sigue en aumento de la mano de un consumidor que encuentra en el cerdo una carne alternativa a buen precio, calidad y sabor”, apuntó Diankoff.

A estos factores, sumó la oportunidad que representa la eliminación de la barrera sanitaria al habilitar el comercio de carne con hueso a la Patagonia, así como la consolidación de un consorcio de exportación “que abrió un mercado de venta de media reses actualmente en expansión”.

En este contexto, Diankoff señaló la importancia de que el Estado –en sus diferentes niveles– impulse líneas de financiamiento que alienten el desarrollo de la cadena porcina a largo plazo. “El sector merece una política que comience a pensar temas vinculados con la estructura del sector, a favor de mayor tecnificación y competitividad de los distintos estratos productivos”, explicó.

Además, sugirió la necesidad de que haya medidas políticas que regulen el flujo de importaciones según la estacionalidad de la producción argentina. “Si bien son necesarias para cubrir una demanda interna y comercial que excede los volúmenes ofertados, genera problemas a nivel productivo, debido a que se importan cortes populares y eso suele incentivar una competencia desigual”, sostuvo.

Según estimó Diankoff, “el 11 % de la carne de cerdo consumida en el país proviene de importaciones cuando, hasta hace pocos años, esa cifra rondaba el 5 %”. “Incluso, hay cortes demandados como la bondiola, cuya cantidad importada representa el 40 % del total consumido”, añadió.

Desde Aprosafe, actualmente fomentan la conformación de una Comisión Porcina Provincial, integrada por entidades de productores, facultades, el INTA, el Senasa, entre otros actores. “En esta mesa representativa, se gestionan todas las acciones para el sector con una mirada a mediano y largo plazo”, dijo Diankoff.

En este sentido, trabajan en un relevamiento para conocer la estratificación de los establecimientos “a fin de diseñar políticas ajustadas a las necesidades concretas”, aclaró Diankoff. A su vez, promueven el consumo de carne porcina –a través de la participación en la mesa nacional– y la adopción de buenas prácticas productivas.